Por Natalia Freire @ladeporteca
La niña observaba los trofeos preguntándose si en un futuro ella recibiría uno de ellos o sería la encargada de contar que algunos de los mejores deportistas del mundo los habían recibido. No tenía muy claro si de mayor quería ser deportista o periodista. Tal vez quería ser las dos cosas.
La noche no era demasiado fría aunque soplaba una ligera brisa en los alrededores de la Ciudad Universitaria, en Madrid. Frente a la Facultad de Bellas Artes se encuentra la Residencia Joaquín Blume, también conocida como la Casa de los Deportistas porque allí conviven jóvenes pertenecientes a todas las disciplinas del deporte que necesitan un lugar donde poder compaginar los estudios y los entrenamientos que requiere su actividad deportiva.
Resulta curioso que dos lugares en los que el ser humano se prepara y educa para mostrar la esencia y la belleza de nuestra naturaleza estén tan cercanos físicamente. Muchos de los que viven en la Blume hubieran sido modelos de grandes artistas en otra época gloriosa para las artes. Sin embargo, en estos tiempos en los que nos ha tocado vivir, son los deportistas los que llenan de alegría y glorifican al ser humano.
Las artes y el deporte, conceptos que en la era moderna pueden parecer muy lejanos el uno del otro por culpa de la profesionalización del deporte y su conversión en negocio, vuelven a unirse cuando su influencia trasciende más allá de lo puramente físico y material.
Por suerte aún hay mucha gente que considera que el deporte poco o nada tiene que ver con el negocio. Muchos creemos que la esencia del deporte está en la búsqueda de la perfección, en la superación de los límites, en el espíritu de equipo y en el sentimiento de pertenencia. Y por eso nos emocionamos con cada touché de nuestros tiradores de esgrima, con cada ejercicio clavado por nuestras gimnastas de rítmica, con cada punto ganado en la pista o con cada segundo ganado al cronómetro. Y cuando vemos los rostros de esos jóvenes en el pódium, más allá de patrias o banderas, sabemos que uno de los nuestros ha triunfado. Y eso nos hace felices.
Hoy en día puede considerarse que tener trabajo es una suerte más que un derecho. Si el trabajo, además, consiste en hacer lo que amamos se convierte en un privilegio.
En 2010 nació el programa Olímpicos, presentado por Alberto González “Pipe” atendiendo a una necesidad de seguir la senda del Maestro Juan Manuel Gozalo. Cuando llegó a Radio Marca muchos pensamos que era un error porque le considerábamos un dinosaurio que poco podría aportar a una radio joven en toda la extensión de la palabra.
Nuestros prejuicios se disiparon en el mismo momento en que todos y cada uno de nosotros le conocimos. Cada mañana escuchábamos su programa, aprendíamos de él. Nunca se mostró prepotente ni distante. Todo lo contrario. Siempre pedía colaboración a todos los que estábamos allí aunque, seguramente, no la necesitara. Pero él quería que nos sintiéramos parte de su equipo, que aportáramos nuestras ideas, nuestras sugerencias; y siempre las agradecía y valoraba.
Desde que llegó hasta su fallecimiento fue un ejemplo de equidad, de profesionalismo, de coherencia, de humildad, de periodista… Pero, posiblemente, el mayor tesoro que nos dejó fue el amor por el Olimpismo.
Un día le pedí que se sentara a mi lado en La Deporteca porque iba a hablar sobre el Salto de Bob Beamon y, como él estuvo cubriendo aquéllos Juegos Olímpicos de 1968, me pareció buena idea que nos contara sus impresiones. Os aseguro que jamás olvidaré la pasión con la que habló ni los detalles que nos descubrió.
Su huella está en todos los que tuvimos el honor de trabajar cerca de él y por su culpa nació Planeta Olímpico. De hecho, su voz se escucha cada vez que se emite este espacio porque forma parte de la cabecera del programa.
Su amor por el Olimpismo y por el Periodismo forma parte de su legado y nosotros somos los depositarios de ese legado.
El 17 de Febrero de 2015 tuvimos la oportunidad de celebrar la Primera Edición de los Premios Planeta Olímpico en el Salón de Actos de la Residencia Joaquín Blume. Fue un acto muy emotivo y familiar porque tan sólo acudieron los deportistas premiados acompañados de sus familiares y amigos y algunos de los periodistas que se encargan de la información polideportiva, los mal llamados deportes minoritarios. También se acercaron algunos de los pequeños empresarios que apuestan por estos deportes sabiendo que no harán negocio pero que, como muchos de nosotros, se sienten en deuda con los deportistas que tantos éxitos dan al deporte español. Un buen ejemplo es DVillena, una empresa familiar que fabrica punteras para Rítmica. Sus aportaciones suelen consistir en donación de material de entrenamiento pero siempre trabajan para mejorar, en la medida de sus posibilidades, la situación de las gimnastas.
La intención de los miembros de esta familia olímpica de Radio Marca y de su continuación en la web planetaolimpico.es no era rodearse de autoridades ni de empresarios con los que entablar relaciones comerciales que nos hicieran la vida más fácil tanto a deportistas como a periodistas. No. Ese no es el tema, que diría mi añorado Luis Aragonés…
Nuestra intención era homenajear a unos deportistas que pasean por las calles sin que nadie sepa que son héroes. Deportistas que, en ocasiones, son más conocidos fuera de nuestras fronteras donde sus deportes son más populares y valorados que en España. Deportistas que tienen que abandonar sus casas y sus familias para intentar convertir su capacidad en algún deporte, su don, diría yo, en algo que les permita vivir dignamente haciendo lo que mejor saben hacer.
Como Ángela Salvadores que, a pesar de su juventud, ya destacó en el Mundial Sub 17 siendo la máxima anotadora del campeonato. Ángela juega en el Campeón de Liga de Baloncesto, el Rivas Ecópolis, un equipo que esta temporada pelea por otros objetivos muy distintos a la pasada y que lo está pasando realmente mal. ¡Y eso que es el Campeón de Liga! Estas circunstancias han hecho que Ángela Salvadores haya decidido emigrar a Estados Unidos en busca de un futuro mejor porque lo que ella quiere es jugar al baloncesto.
O el Conjunto de Gimnasia Rítmica, dos veces Campeonas del Mundo y Bronce en Mixto. Alejandra Quereda, Sandra Aguilar, Artemi Gavezou, Lourdes Mohedano y Elena López han conseguido lo que hace décadas no se lograba en un deporte como la Rítmica en el que los países del Este de Europa ostentan la supremacía.
El Oro de Izmir 2014 en Mazas lo consiguieron tras un fallo estrepitoso en el Mixto. Lloraron, rabiaron, se repusieron y, como el Ave Fénix, resurgieron más fuertes para revalidar el Oro conseguido el año anterior en Kiev, también con el ejercicio de Mazas. Y hablando de Kiev. Resulta que tras conseguir la hazaña del Oro y el Bronce en Kiev en 2013, nadie, NADIE, de los medios de comunicación fue a recibirlas al aeropuerto.
Estos dos ejemplos deberían de servir para que los que estáis leyendo os hagáis una idea de lo injustos que somos a veces con nuestros héroes. Los primeros, los periodistas. Es nuestra responsabilidad contar sus hazañas, explicar cómo ha sido su camino hasta el éxito, trasladar que con esfuerzo y pasión todo es posible. Porque sus historias alegran, motivan y enorgullecen a la sociedad. Y la nuestra está muy necesitada de alegría, motivación y orgullo.
Por esa sensación de justicia nacieron los Premios Planeta Olímpico: porque estamos en deuda con los deportistas, con los aficionados que se emocionan con sus éxitos y fracasos, y con nuestra profesión.
Mi hija quiere ser gimnasta. Alguna lámpara ha caído en mi casa cuando a ella le da por imitar a las chicas de la Rítmica realizando algún lanzamiento con la pelota. Admira a todas las gimnastas españolas porque muchos días se sienta a mi lado para ver la competición de la que yo tengo que hacer una crónica. Y desde el año pasado en el que vimos al Rivas Ecópolis en el Cerro proclamarse Campeonas de Liga, es fan de Laura Nicholls, aunque ya no juegue en Rivas. Y claro, cuando juega a baloncesto, se pide ser Ángela Salvadores. Pero después de conocer a Eva Calvo el día de la entrega de los Premios Planeta Olímpico, también quiere practicar Taekwondo…
Llevé aquella noche a mi hija a la Blume para que conociera a sus ídolos y para que contara a todos sus amigos, con toda la pasión con la que hablan los niños de aquello que les gusta, que los había conocido. La llevé a los Premios porque ella representa el futuro. El futuro de deportistas y periodistas.
Planeta Olímpico RadioMarca
Editado por:
OLIDREAM SPORT,S.L
Comentarios
radiomarca tiene que ser más polideportiva.