Opinión

Por Natalia Freire @ladeporteca

Si creen que en las próximas líneas van a encontrar un análisis objetivo y profundo, no sigan leyendo. Lo que tengo que contar nada tiene que ver con el análisis ni con la objetividad porque cuando hablo de Gimnasia Rítmica y Periodismo intervienen una serie de condicionantes emocionales que nublan mi objetividad.

Amo la Rítmica. Ya lo he dicho muchas veces. Pero este amor no fue temprano. Nunca hice Gimnasia Rítmica. Lo mío era la Artística, la Gimnasia Deportiva, que le decían entonces. Me encantaban las Paralelas. A mi hermana se le daba mejor el Suelo. Mi madre nos sacó del Moscardó porque decía que unas niñas tan pequeñas no tenían que estar todo el día entrenando y compitiendo. Que debíamos estudiar y que el deporte era secundario. No sé si aquello fue bueno o malo para nosotras y no viene al caso. Pero a lo que iba: AMO LA RÍTMICA.

Este amor nacido hace muy poco tiempo tampoco tiene que ver con que mi hija ya se haya cargado un par de lámparas de casa practicando lanzamientos y recepciones con la pelota o que sepa perfectamente quién es Alina Maksymenko e ignore quién es Diego Armando Maradona.

Mi amor por la Rítmica tiene que ver con eso que decía el Maestro Juan Manuel Gozalo cuando se refería a que no existía la objetividad en el periodismo porque somos seres subjetivos. ¡Y qué razón tenía! ¿Cómo voy a ser objetiva con algo que me emociona y que me provoca alegría, tristeza, orgullo o admiración? ¿Cómo voy a ser objetiva con lo que amo si el amor es algo subjetivo?

Llevo algo más de dos años siguiendo las competiciones de Rítmica, desde que Rafa Gandía, Director de planetaolimpico.es me encargó que hiciera la información de Gimnasia. Es un regalo que nunca le agradeceré lo suficiente.

En este tiempo he aprendido mucho sobre este deporte como qué son riesgos, colaboraciones, maestrías…

Pero lo que he aprendido no es comparable con lo que he sentido. Adoro a las gimnastas españolas pero también a las ucranianas, a las georgianas, a las rusas y hasta a las italianas. Me he disgustado cuando algún aparato se ha ido fuera del tapiz y en cada fallo en sus ejercicios. He llorado de emoción con cada pódium, con cada medalla, con cada éxito.

He conocido a unas mujeres increíbles que fueron “Niñas de Oro”, especialmente, a Tania Lamarca con la que me une algo más que una relación profesional porque la quiero. La quise desde que leí su libro “Lágrimas por una Medalla” y desde la primera entrevista que le hice en La Deporteca de Radio Marca.

Casualidades de la vida, (o no, vete tú a saber) estuve con ella el mismo día que anunciaron que le otorgaban la Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo haciendo un reportaje sobre su Campus veraniego en el Colegio New Castelar.

“Mis niñas” (así es como me refiero a las gimnastas que componen el actual Conjunto) también ingresaban en la Orden, aunque ellas con la Medalla de Bronce. Muy simbólico todo porque este año, después de mucho tiempo, subieron al pódium del Concurso General en el Mundial de Stuttgart, precisamente, con la Medalla de Bronce.

Las “Niñas de Oro” y el “Conjunto de Bronce” verían sus méritos, por fin, recompensados. Y todas estarían juntas el mismo día. Todo muy onírico y emocionante.

Me acredité para acudir a la entrega de las Medallas de la Real Orden del Mérito Deportivo. Por primera vez en mi vida iba a tener a mis adoradas gimnastas, las de ahora y las de entonces, juntas, en la misma sala. Una gran ocasión para sacar entrevistas, cortes para la radio e imágenes para la historia.

Desde el gallinero del patio de butacas tomé notas para escribir el artículo sobre la entrega de las medallas y saqué algunas fotos lejanas. Pero cuando nombraron a Sandra Aguilar, Artemi Gavezou, Elena López, Lourdes Mohedano, Alejandra Quereda, Marta Baldó, Nuria Cabanillas, Estela Giménez, Lorena Guréndez, Tania Lamarca y Estíbaliz Martínez no pude contenerme. Sabía que era un acto solemne pero ¿cómo iba a dejar pasar ese momento? Me puse a gritar ¡Bravo! y aplaudir como una groupie. Sí, señor Cardenal: los gritos emocionados desde la platea eran los míos.

La gente me miraba extrañada pero me daba igual. Las gimnastas se merecían que en ese momento el aplauso fuera más fuerte. Y, además, el Ministro Méndez de Vigo me dio la razón porque dijo en su discurso de clausura del acto que él era partidario de premiar a los que se lo merecen. Yo no puedo darles medallas pero mi premio es el aplauso y mi cariño incondicional.

Al finalizar el acto no realicé entrevistas (aunque pacté unas cuantas para más adelante) porque quería disfrutar de ese momento irrepetible. Puede que mi alma de periodista me dictara que lo hiciera así para escribir hoy este artículo y dedicárselo a los aficionados a la Rítmica, a los que la aman a estas gimnastas incondicionalmente. Objetivamente, no lo sé.

Sólo puedo poner una objeción. Entre las premiadas no estaban por parte del actual Conjunto Loreto Achaerandio ni Lidia Redondo. Ellas ayudaron (Lidia continúa haciéndolo) con su trabajo a conseguir los éxitos logrados los últimos años.

Tampoco estaba en la lista de premiados Maider Esparza. Sin su contribución las “Niñas de Oro” no hubieran logrado el Oro Olímpico de Atlanta 96. Pero, al menos, Maider sí estuvo en la ceremonia de entrega aunque no recibiera la Medalla. Era lo justo.

 

No puedo terminar estas líneas sin nombrar a mi compañero y, sin embargo, amigo, Vicente Ortega. Su ingreso en la Real Orden del Mérito Deportivo con la concesión de la Medalla de Bronce fue una alegría.

Puede que después de su familia yo fuera la persona más emocionada tras conocer la noticia de su ingreso en la ROMD.

Vicente Ortega es, además de un excelente periodista, una de las personas más buenas que conozco, que se desvive por hacer bien su trabajo y que da las gracias cada día por poder ganarse la vida con el oficio de periodista.

Junto a él, el trabajo es mucho más fácil, las penas son menos y los problemas se resuelven antes. Su Medalla de Bronce es el premio por su trabajo bien hecho durante tantos años. Mi premio, poder trabajar a su lado.

 

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Comentarios  

+1 #1 Juan Carlos Romo 19-10-2015 09:45
Natalia, cada vez que leo un articulo tuyo me haces llorar de emoción , que bien que no seas objetiva al informar de este deporte ya que es un deporte de sentimientos , es un arte, y el arte no es objetivo. Solo quien estamos en el mundo de la rítmica sabemos cuanto esfuerzo hay detrás y que bonito es enseñarlo.
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