Si se puede considerar como hogar un sitio en que has ganado cinco veces, entonces se puede afirmar que Roger Federer recibía en su casa a David Ferrer. El lugar en cuestión es Cincinatti y la ocasión la final de un Masters 1000 que el suizo colecciona a pares. Con esos alicientes, era previsible un partido más que complejo para el de Jávea, que volvió a sucumbir ante el juego de sir Roger y la contundencia de la estadística (16-0 en enfrentamientos directos).
El eterno Federer, del que tantas veces se ha escrito que encara el final de su carrera, se apuntaba a una nueva final de Masters 1000 (la cuarta de esta temporada), haciendo gala de un estado de forma en su tenis envidiable para cualquier jugador del circuito. Con un revés maravillosamente demoledor y una confianza evidente en su derecha, Federer había sobrepasado a todos los rivales que habían aparecido en el cuadro; en última instancia a Milos Raonic, otro tenista que llega en forma al US Open. Ferrer, que jugó en semifinales ante Benneteau, había logrado encontrar el camino de su tenis en este tramo final de la gira americana antes de Nueva York. En su periplo por Ohio, hay que destacar el enfrentamiento ante Tommy Robredo, que dio la alegría (y similar sorpresa) de eliminar a Novak Djokovic a las primeras de cambio en Cincinnati.
La tónica de los enfrentamientos entre Ferrer y Federer siguió las pautas habituales. Desde el control estético suizo desde el fondo de la pista, a la velocidad de piernas y el ágil movimiento español por todas las partes del cemento. Roger se llevó el primer set con relativa facilidad (6-2), mientras que David se adjudicó la segunda manga con una sencillez aplastante (1-6). En la tercera manga, el Federer que se había desconectado en el segundo parcial volvió a la pista para dominar y espantar los fantasmas de las anteriores finales de la temporada, a donde llegó para no ganar. El resultado final de 6-2 hizo justicia a lo visto en la pista, donde Ferrer, nada más concluir el partido, bromeó con la grandeza de Federer diciendo que ojalá pueda ganarle algún partido en el torneo de veteranos.
Con esta victoria, el suizo engorda un curriculum a la altura de unos pocos privilegiados. Suma ya 22 títulos de Masters 1000 (por los 27 de Nadal, el tenista que más tiene en su haber) y alcanza los 80 desde que es profesional, aún lejos de Lendl y, sobre todo, Connors, con más de 100 en su bagaje. El triunfo supuso su sexta copa en Cincinatti, donde nadie ha ganado más que él.
Editado por:
OLIDREAM SPORT,S.L
Creado por:
TICNUX,S.L